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Mundo libelista - Entrevistas Libelista

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El estilo de las novelas de Juan Pablo Villalobos ha supuesto, sin duda, todo un descubrimiento. En Fiesta en la madriguera, Te vendo un perro y No voy a pedirle a nadie que me crea (Premio Herralde de Novela 2016) ya nos dejó claro sus pensamientos y sensaciones acerca toda una serie de cuestiones cotidianas que, a menudo, suelen pasar desapercibidas. Su última novela es La invasión del pueblo del espíritu.

 

R: ¿Cuáles son tus fuertes a la hora de escribir?

J.P. : Por una parte tengo unos planteamientos narrativos que lo que intentan es dar una libertad completa al escribir. El inicio de mis novelas suelen ser suficientemente abierto como para que los personajes y la trama se puedan desarrollar de manera “imprevisible”. No soy de sentarme con un plan ni con las ideas muy claras, en ese caso, el trabajo consistiría en ir completando los vacíos para llegar al punto A al punto B; yo parto del punto A sin saber hacia dónde iré. Desde mi perspectiva, eso hace que el lector también tenga una experiencia más “sorpresiva “por no saber hacia dónde va exactamente la trama, y lo que más me gusta es ir acumulando demasiadas tramas, como algo así como un experimento de saber cuántas tramas le caben a una novela.

“La invasión del pueblo del espíritu” tiene 13 tramas. A pesar de ser una novela breve, tiene muchos personajes y suceden muchas cosas, por eso me gusta catalogarla como divertida, entretenida, porque todo el tiempo suceden cosas, algunas de ellas absurdas o inconexas entre ellas. Por otra parte, tengo una “hiperconciencia” del hecho literario en sí.  Yo estudié literatura, vine a Barcelona a hacer un Doctorado, aunque no lo acabé. Con esto quiero decir que no hay ingenuidad, una esencia en lo que hago, sino que todo viene de una reflexión muy profunda y de muchos años sobre cómo se crea una novela, cómo se construye una voz narrativa, un personaje, una trama, en definitiva, cómo se estructura una novela.

De todas esas reflexiones, surgen todas mis novelas.

 

R: ¿Quiénes son tus referentes?

J. P. : Yo, dentro de la tradición hispánica, me siento más cercano a la literatura latinoamericana, más que la específicamente mexicana. Yo soy mexicano, me formé en México, pero eso no significa que haya leído una mayor cantidad de literatura mexicana, puesto que he leído la misma cantidad de literatura argentina que literatura mexicana. Me interesa más reivindicar una tradición literaria latinoamericana que no la estrictamente mexicana. Igual no me siento tan cercano a la literatura española porque creo que hay un cierto peso del costumbrismo decimonónico del que yo no me siento muy cómodo, ni cercano. En ese escenario de lo latinoamericano siempre me han interesado los autores marginales, excéntricos, raros, y no tanto los canónicos. Cuando en España se piensa en literatura latinoamericana, automáticamente aparecen unos nombres como García Márquez, Vargas llosa, Carlos Fuentes, etc. Estos autores me interesan y los sigo leyendo porque me gusta escribir a partir de ellos pero en otra dirección. Mi escritura digamos está más en una tradición literaria que se quedó por fuera de lo canónico. Sergio Pitol en México es uno de los que más me interesan.

 

R: ¿Cómo surge la idea del libro?

J. P. : Es una mezcla caótica de temas que aparentemente están muy lejos. La vida en otros planetas siempre me ha interesado porque es una herencia de mi padre. Él estaba obsesionado con el tema de los extraterrestres, en mi casa había revistas y libros sobre el tema y siempre me ha fascinado. Esto se mezcla con preocupaciones políticas que tienen que ver con el contexto actual, con el auge de ciertos discursos de odio que surgen en todos lados, y con algo más íntimo, que es la amistad masculina, de la fragilidad que supone este tipo de amistad y también la herencia paterna, cómo se transmiten ciertos valores entre padres e hijos que imponen modelos de actuación aparentemente positivos que tiene que ver con la idea del éxito, progreso, triunfo y que es fruto de mucha presión y dolor, porque son discursos que pretenden imponer una idea de la identidad que se convierte, a la larga, en un problema de no poder llegar a estar a la altura.

Mezclando todo esto sale una novela que es una reflexión sobre temas actuales de los que hablaba, inmersos en una trama que tiene que ver con la vida en otros planetas y reinventando la ciudad en que sucede, que no se nombra aunque se entiende que es Barcelona. Para esto, empleo un lenguaje distinto que consiste en no nombrar las cosas por sus palabras habituales, sin identificar el país o el origen de los protagonistas, con el objetivo de que lector tenga una mirada distinta de aquellos fenómenos que les son muy cotidianos.

 

R: Se habla sobre invasión, rechazo, conflictos sociales… ¿Quién los genera, la población o el sistema?

J. P. : Estos temas están en la novela como contexto y como discursos que ponen a los personajes en situaciones de las cuales no son culpables y sin embargo parecen estar condenados a enfrentarse. Digamos que hay un contexto que es el capitalismo tardío --en el caso de Latinoamérica hablamos del neoliberalismo—que se impuso en los años 80 e imponían un modelo económico salvajemente capitalista, lo que produjo una degradación social muy fuerte.  Eso está pasando también aquí: ese sistema produce unas situaciones de abandono, de descuido, de condena, y entonces, hay que identificar quién es el culpable.

La novela no trata de moralizar ni encontrar solución a esto, sino que trata de comprender a esos personajes, incluso, los que tienen ideas equivocadas que reaccionan ante un proceso de gentrificación , que es un problema criticable donde reaccionan con actitudes homófobas. Lo importante aquí es preguntarnos… ¿Quién lucra esas condiciones? No somos nosotros, los “ciudadanos corrientes”, los culpables, sino que hay unos responsables políticos y económicos detrás que son a quienes deberíamos pedirle cuentas.

 

R: La novela hace reír con lo absurdo y así se muestra el sinsentido. ¿Opinas que en la actualidad se escribe poco con ese tipo de ironía?

J. P: Antes quizás sí, pero después ha habido un exceso de ironía, más que en la literatura, en la conversación publica de masas, por eso hay tantas discusiones sobre los límites del humor. Yo es algo que he ejercido mucho en mis libros, sobretodo en el anterior, “No voy a pedirle a nadie que me crea”, una novela que hacia teoría del humor, que se planteaba el asunto de con qué se puede o no se puede hacer humor. Pero en esta nueva novela he intentado emplear un humor diferente. Los mecanismos del humos son muy complejos, y suponen muchas veces establecer jerarquías, funcionando a través de la humillación, de la burla, y yo en este momento en particular no me interesa hacer este tipo de humor --que lo he hecho--, pero en este momento en particular me parece contribuir a un discurso y ambiente donde se está permanentemente fomentando el odio, entonces una de las preguntas que me hice al escribir esta novela era si era posible hacer una novela con un humor sin humillar, sin dejar fuera la ternura, la empatía, la comprensión. En esta novela quizás no funciona un humor sobre los personajes como sí funcionaba en las otras novelas. En este caso funciona más un humor sobre el contexto, sobre esa ciudad. Me interesa que el lector se quede cerca de los personajes, los comprenda y se encariñe de ellos, y eso no puede suceder con el humor de distancias. Igual en mis anteriores novelas yo acercaba al lector a través del escenario y lo alejaba a reírse de los personajes; ahora he invertido esa idea.

Creo que es un tiempo raro, y en este momento no me interesa hacer un tipo de humor que claramente puede ser instrumentalizado por ciertos discursos que vienen de la extrema derecha. Esta es una novela escrita contra la nostalgia.

 

R: De las teorías conspirativas, ¿cuál es la más rocambolesca de todas?

J.P.: Para escribir esta novela estuve releyendo todo sobre vida extraterrestre, desde la más conspirativa hasta lo más serio que es la astrobiología, que es la búsqueda científica de vida en otros planetas y que está más en lo que tiene que ver la novela. Hay varias hipótesis sobre cómo surgió la vida en la tierra, que es muy probable que llegara de otro lugar. La Tierra pudo estar en unas condiciones X y recibir el impacto de un meteorito que llevara consigo las bacterias que fueron quienes originaron la vida en la Tierra. Leí muchas teorías, científicas y conspirativas, y hay una muy interesante que tiene que ver con por qué si se supone que hay vida extraterrestre, no lo sabemos. Y una de las respuestas posibles decía que sí hay y que incluso ya habitan en la Tierra. En los años 50, de hecho, hubo un encuentro con pensadores y científicos que ya plantearon que si hay extraterrestres en la tierra, que condiciones debían cumplir. Comentaron que tendrían que ser pueblos nómadas, con una lengua que no se conectara fácilmente con las ramas lingüísticas estudiadas y con una vocación por la movilidad. La novela se ha impregnado de esta idea, de que en la Tierra ya convivimos con extraterrestres.

 

R: ¿Qué es lo que más te gusta del libro?

J. P. : Lo que más me gusta e interesa, y hablo en plural, en todas mis novelas, es en la voz narrativa y el lenguaje. Cada novela creo que tiene que inventar un lenguaje. Yo he escrito hasta ahora 4 novelas en primera persona y esta última es la primera vez que no utilizo un narrador en primera persona. Es un narrador que no es un “narrador de la historia”, sino que está por fuera, y además, hace un juego raro con el lector hablando en plural, integrando al lector. Fue un proceso extraño, porque hay un intento de crear un lenguaje propio que consiste en modificar el nombre de las cosas, como por ejemplo, nombrar a alguien en vez de por su procedencia por dirección geografía, como por ejemplo “nororiental” o “lejanoriental”. Son parte del humor y de las bromas, pero que también es una realidad. Hay ese juego de crear y usar palabras distintas o, directamente, no nombrarlas. Con el lenguaje, a veces, hay que traicionar sus propias raíces, con eso juega la novela. Hay un árbol en la novela, un algarrobo, que es justamente una especie de símbolo de aquello que no se puede mover, que tiene sus raíces, pero que al mismo tiempo juega con la idea de que hay un árbol que puede moverse.

 

R: Si tuvieras que recomendar la novela a un político/a,  ¿a quién sería?

J. P: Este libro es muy político, que en realidad no le habla a ellos, sino a la gente, en el sentido que somos nosotros quienes tenemos que crear comunidad, entendida no como reductos donde cada uno defiende sus intereses, sino en su sentido más amplio. Quiere hablarle a ese lector para propiciarle una empatía y que se abra al otro para intentar entenderlo. En la novela hay un personaje, propietario de un bazar lejanoriental, que intenta demostrarnos escenas cotidianas como que hay personas en nuestros barrios que nunca tenemos intención de conocerlos, que parece que estamos condenados a esa incomunicación, a ni tan siquiera necesitar comprenderlos o verlos.

Lo que trata esta novela es de mirar a esos personajes envuelto en sus circunstancias y que el lector tenga curiosidad de ponerse en su lugar y comprenderlo. Así como escribía antes un libro de ficción sobre migración infantil que me hubiera encantado que leyera Trump o ahora el presidente mexicano, este libro lo veo más como libro político que habla más con el ciudadano común que no con quienes son responsables de las cosas.





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