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Mi vida en barco: Hasta este año lo que más conocido de Tadao Tsuge era su hermano, Yosiharu, autor de obras maestras del gekiga -una tradición de manga orientado a lectores adultos, narrativa más que temáticamente hablando- como El hombre sin talento, pero con Mi vida en barco, Gallo Nero nos trae un tomo de cerca de 700 páginas, obra incompleta en su país de origen aún así, que más parece un manual de resiliencia de un autor que ya bien entrada en la mediana edad, y con menos ganas que incapacidad de adaptarse a los tiempos que corren, decide hacer de su afición por los barcos su modo de vida, al tiempo que se embebe a su manera de la figura del vagabundo, muy presente en el país nipón y nos presenta la progresiva disolución de su vida familiar y profesional en lo que va tornando la vida contemplativa de quien tiene poco más que hacer que ver el tiempo pasar.

 

Head Lopper #1: Aquí nos hemos rendido. Las listas de lo mejor del año suelen estar trufadas de aquellos cómics de carácter más literario, aquellos experimentos formales que se supone llevarán el género un paso más allá o aquellas obras de temática social que sencillamente no se pueden dejar pasar. Head Lopper no es nada de eso, es un cómic americano jugando a ser un cómic europeo. Si fuera una partida de rol el género sería sajarraja y sin embargo es difícil no caer rendido a sus pies. Las historias sobre cazadores de monstruos son una de las cosas más viejas del mundo, pero las referencias aquí son importantes, pues bebe directamente de La mazmorra, el clásicos del género que publicaron durante años Joan Sfarr y Lewis Trondheim (y que también ha sido reeditado este año), pero también tiene mucho que ver con el universo trash psicodélico de Michael DeForge -no en vano contratado para el diseño de personajes de Hora de aventuras-.  En resumen, podríamos hablar de tapado del año o de placer culpable, pero no creemos en lo segundo y confiamos en haber hecho suficiente proselitismo para evitar lo primero, así que confíen, esto es un tebeazo.

 

Guy, retrato de un bebedor: Que Olivier Schrauwen se ha convertido en uno de las voces más interesantes del panorama independiente europeo es ya innegable, pero este año tiene (o tenemos) bastante que celebrar, pues ha publicado la que quizá sea su obra más redonda, Vidas paralelas, una recopilación de relatos con un nexo común evidente (el pertenecer al género de la ciencia ficción alucinada) y otros más sutiles a descubrir: el doble juego narrativo que cada relato ofrece o los detalles que evidencian que todos ellos pertenecen al mismo universo ficticio aún no teniendo nada que ver aparentemente entre ellos. Por otro lado tenemos el Guy, retrato de un bebedor, dibujado por el mismo Schrauwen -y menudas estampas de alta mar nos deja-, pero guionizado por Ruppet & Mulot, un tándem habitual del cómic francés, no exento de mala baba, y que aquí forman equipo para contarnos las peripecias de Guy, el pirata más borracho de los siete mares, una gamberrada con tintes de obra clásica -clásica en el sentido shakesperiano del término- que uno no debería dejar pasar.

 

Malas compañías: Este quizá no sea una de las obras que vayan a copar las listas, pero me parece importante reseñarlo por ser uno de los pocos exponentes de manhwa -tradición historietística coreana- publicados en nuestro país en contraposición con la avalancha de títulos japoneses que recibimos mes a mes. Igualmente su enfoque biográfico y realista, que nos abre una ventana a la juventud desestructurada de la Corea del Sur de los años 90, la juventud maltratada que solo sueña con escapar, resulta interesante y novedosa frente tanto a la idea de utopía turbocapitalista que el país representa a día de hoy como a las temáticas habituales de manga y manwha, orientadas normalmente al ocio ligero y enmarcadas en lo fantástico.

 

En un rayo de sol: Tillie Walden nació en 1996 y ya ha escrito un cómic autobiográfico de 400 páginas que, además, está muy bien. Tiene obra publicada y por publicar como para alegrarnos el próximo lustro, tal es su ritmo de producción; por ello no debería sorprender que los dos tomos que componen En un rayo de sol vayan a convertirse en el eje central de la obra de una autora que, trazo bellísimo aparte, estamos seguros de que va a ser la narradora más importante de los próximos años. Aquí nos trae un conjunto de space opera y cómic de aprendizaje, ambientada entre el instituto galáctico (tan parecido a los de aquí) y unos entornos espaciales imaginativos e igualmente adaptativos en tono al que va tomando la historia, cada vez más oscura.

 

Rusty Brown: Una obra más y una obra menos, porque al ritmo que las publica no pueden ser muchas las alegrías que nos queden por delante de la mano de Chris Ware, el autor de cómic total. Alguien que sublimó el género con su Fabricar historias, una suerte de homenaje al Vida: instrucciones de uso de Perec, al editar un cómic que no era tal: era una caja con catorce cómics diferentes, en catorce formatos diferentes que recorrían de manera abrumadora la vida de su protagonista -siendo tan protagonista aquella como el edificio en el que vivía como la abeja que recorría sus balconadas, y recibiendo todos ellos su merecida atención- y que aquí vuelve a repetir efeméride. Historias no lineales en las que todo está conectado, como todo lo está si lo miras suficientemente de lejos o suficientemente de cerca, y universos que solo ocupan una página, pero que llenan mucho más.

 

Sabrina: Nick Drnaso ha sacado dos tebeos, Beverly, que recordaba a su manera a los personajes y atmósferas de obras como la de Todd Solonz, gravitando entre el humor y lo introspectivo de sus inadaptados personajes y Sabrina, nominada al Man Booker Prize y donde el humor no tiene cabida ya. Es una obra inherentemente americana pero con temáticas bastante extrapolables al lector global. Es la historia de la desaparición de una mujer joven. Es una historia sobre tantas cosas que la gente no dudaría en utilizar para catalogar de enferma nuestra sociedad en las redes sociales. Y es una historia sobre el ruido mediático que esas mismas redes generan, esa presión constante. Y sobre el silencio. No es una historial fácil, pero es una historia necesaria.





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