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Happy days

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Happy Days no es otra cosa que una compilación. Las obras fueron realizándose para diversos moods y momentos, no para justificar una exposición. De ahí las previsibles monotonías, la repetición de formas y tal vez de imágenes enteras. Se puede señalar la costumbre de Moran de realizar la misma obra dos veces, con variaciones mínimas. Lo extraño, lo que no acaba de entenderse, es que las segundas versiones, como ecos apagados e involuntarios, no suelen ser inferiores a las primeras. En los Alpes, al borde de un lago con frecuencia helado, Moran se preguntaba si al dibujar Holbein-Beckett no había intentado una variación de Le prix de leur savoir, y hubo de responderse que sí, cayendo en la cuenta de que había tenido que atravesar buena parte de Europa para recibir esa revelación, que era verdadera. Ambas obras, por lo demás tienen sus diferencias; el soñador soñado está en una, la relación de la divinidad con el hombre y acaso la del pintor con su obra, en la que después realizó. Es curiosa la suerte del artista. Al principio es barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los años puede lograr, si son favorables los astros, no la sencillez, que no es nada, sino la modesta y secreta complejidad. Una complejidad que ayudan a desvelar estas obras, estos fragmentos de la disgregada memoria de Jacques Moran.

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Happy Days no es otra cosa que una compilación. Las obras fueron realizándose para diversos moods y momentos, no para justificar una exposición. De ahí las previsibles monotonías, la repetición de formas y tal vez de imágenes enteras. Se puede señalar la costumbre de Moran de realizar la misma obra dos veces, con variaciones mínimas. Lo extraño, lo que no acaba de entenderse, es que las segundas versiones, como ecos apagados e involuntarios, no suelen ser inferiores a las primeras. En los Alpes, al borde de un lago con frecuencia helado, Moran se preguntaba si al dibujar Holbein-Beckett no había intentado una variación de Le prix de leur savoir, y hubo de responderse que sí, cayendo en la cuenta de que había tenido que atravesar buena parte de Europa para recibir esa revelación, que era verdadera. Ambas obras, por lo demás tienen sus diferencias; el soñador soñado está en una, la relación de la divinidad con el hombre y acaso la del pintor con su obra, en la que después realizó. Es curiosa la suerte del artista. Al principio es barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los años puede lograr, si son favorables los astros, no la sencillez, que no es nada, sino la modesta y secreta complejidad. Una complejidad que ayudan a desvelar estas obras, estos fragmentos de la disgregada memoria de Jacques Moran.

Datos del producto

ISBN: 9788437064468
Publicación: 01/2006
Formato: Rústica
Número de páginas: 56

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