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El fetecún de los tronados

El fetecún de los tronados


El país siempre se ha visto abocado a los cambios. En su afán por definirse, se generaron los monstruos como basiliscos que violentasen la cancela de la mente sin otro propósito más que deambular a sus anchas por los rincones del país. Lo cierto es que penetraron los más recónditos espacios y montaron un curioso fetecún de curiosas diversiones a costa de los tronados; de los que se vieron invencibles hasta llegar a la derrota. Así entraron y así se comportaron a lo largo y ancho de sus vidas. Crearon sus fobias y alentaron sus filias. Moldearon a su imagen y semejanza los acontecimientos y terminaron convirtiéndose en las bestias que, hoy en día, purgan sus pecados. Facio dedicándose a llenar de monas descarriadas su jaula particular sin percatarse que una en particular le cambiaría la vida para siempre. Inmerso en el proceso revolucionario vio terminar sus días como antisocial castigado por la nueva ética que imperaba en el país. Por su parte, en la redacción de una conocida revista veían pasar los días sin otra espera más que la directriz superior que iba a dictarles la portada semanal. En su aburrido taller, a Lutgardo y sus compañeros reporteros les llegaría la oportunidad de encontrar un cambio en sus vidas convirtiendo sus artículos en otros de primera necesidad. En la vorágine de los nuevos negociadores en los que se habían convertido, no se percataron de otros que controlaban el negocio. Falo, por el contrario, encontró su cambio en España y dedicaba el tiempo a preparar su colección fotográfica y convertirse en el acompañante de la escritora de moda en el país. Su carrera, sin embargo, se vio truncada y tuvo que buscar una salida a su supervivencia posando como el galán de las noches madrileñas que nunca quiso ser. Al final todo cambio requiere de renovadas actuaciones y Pánfilo el seguroso decidió que iba a destacar en el descubrimiento de nuevos cantantes de música folclórica y pretendía llevar al conjunto El trino del sinsonte a la Emulación del Punto Guajiro a celebrar en Matanzas. En esa fiestoca alentada por la necesidad vital del cubano de dejar huellas, se marcan los caminos y salen a la luz aquellas cosas que nunca se permitirían el lujo de quedarse ocultas. Formas que se han ido propagando desde las entrañas de los conspiradores hasta lo que hoy suponen en la vida, intentando superar un miedo que podríamos calificar de virtual; que corre en todos los círculos sobre que el Gobierno va a realizar ciertos cambios. Yo no sé qué cosa es eso, pero supongo que ustedes lo sabrán. No digo que haya temor, sino que hay una impresión. Eso se dice.

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El país siempre se ha visto abocado a los cambios. En su afán por definirse, se generaron los monstruos como basiliscos que violentasen la cancela de la mente sin otro propósito más que deambular a sus anchas por los rincones del país. Lo cierto es que penetraron los más recónditos espacios y montaron un curioso fetecún de curiosas diversiones a costa de los tronados; de los que se vieron invencibles hasta llegar a la derrota. Así entraron y así se comportaron a lo largo y ancho de sus vidas. Crearon sus fobias y alentaron sus filias. Moldearon a su imagen y semejanza los acontecimientos y terminaron convirtiéndose en las bestias que, hoy en día, purgan sus pecados. Facio dedicándose a llenar de monas descarriadas su jaula particular sin percatarse que una en particular le cambiaría la vida para siempre. Inmerso en el proceso revolucionario vio terminar sus días como antisocial castigado por la nueva ética que imperaba en el país. Por su parte, en la redacción de una conocida revista veían pasar los días sin otra espera más que la directriz superior que iba a dictarles la portada semanal. En su aburrido taller, a Lutgardo y sus compañeros reporteros les llegaría la oportunidad de encontrar un cambio en sus vidas convirtiendo sus artículos en otros de primera necesidad. En la vorágine de los nuevos negociadores en los que se habían convertido, no se percataron de otros que controlaban el negocio. Falo, por el contrario, encontró su cambio en España y dedicaba el tiempo a preparar su colección fotográfica y convertirse en el acompañante de la escritora de moda en el país. Su carrera, sin embargo, se vio truncada y tuvo que buscar una salida a su supervivencia posando como el galán de las noches madrileñas que nunca quiso ser. Al final todo cambio requiere de renovadas actuaciones y Pánfilo el seguroso decidió que iba a destacar en el descubrimiento de nuevos cantantes de música folclórica y pretendía llevar al conjunto El trino del sinsonte a la Emulación del Punto Guajiro a celebrar en Matanzas. En esa fiestoca alentada por la necesidad vital del cubano de dejar huellas, se marcan los caminos y salen a la luz aquellas cosas que nunca se permitirían el lujo de quedarse ocultas. Formas que se han ido propagando desde las entrañas de los conspiradores hasta lo que hoy suponen en la vida, intentando superar un miedo que podríamos calificar de virtual; que corre en todos los círculos sobre que el Gobierno va a realizar ciertos cambios. Yo no sé qué cosa es eso, pero supongo que ustedes lo sabrán. No digo que haya temor, sino que hay una impresión. Eso se dice.

Datos del producto

ISBN: 9788415918325
Publicación: 03/2017
Formato: Rústica
Idioma: Español
Número de páginas: 148

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