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¿Puede el clima ser un hándicap en nuestro hábito de leer? ¿Pueden los libros ser otro medio donde explicar el problema?

El diario “El País” así mismo lo destacó en su noticia (clica aquí), y no puede tener más razón.

Se ha demostrado que la lectura incita a la reflexión, a imaginarnos en otro mundo, a compararnos con otros seres, incluso a cambiar ciertas facetas de nosotros mismos. El libro es un amigo del hombre, como lo puede ser un perro o un gato. Un ser inanimado que permanece en la estantería y que, siempre que nosotros queramos, agradece removerse un poco.

Si repasamos nuestros gustos, siempre tendemos a un género literario en concreto, incluso a una editorial. Pero es verdad que en ciertos momentos de nuestra vida, o en función de la estación del año, nos sentimos más acogidos en libros de un determinado tema.

Y aquí es donde muchos de los autores han querido clavar su bastón, dando una vuelta a su trama, demostrando que no solo somos nosotros quienes cambiamos en función del tiempo, sino también sus personajes.

Aquellos que somos lectores habituales hemos percibido estos últimos años que palabras como  “calentamiento global” o “poco sostenible” son cada vez más frecuentes. Por no mencionar que muchos autores directamente muestran su preocupación sobre el estado del mundo a través de sus personajes. Y no deja de ser curioso, porque muchos nos hemos concienciado más a través de un libro que de un artículo en un periódico.

Por ejemplo, en “Un hombre decente” (Planeta, 2019), una novela de John le Carré cuyos personajes están inmersos en un calor insoportable en Londres (según la Organización Meteorológica Mundial esta última década la temperatura media en la ciudad británica ha subido hasta 2º C). En otros tiempos no le hubiéramos dado ni la mitad de importancia que ahora, pero es otro tipo de alarma que nos confirma que no se trata de un problema localizado.

En “El motín de la naturaleza”, de Philip Blom, se preguntan entre otras muchas cosas en qué cambia una sociedad cuando se altera su clima. Este ensayo nos transporta a un mundo que no es ni polivalente ni es consciente de lo que está sucediendo, ya que poco se está haciendo al respecto aun sabiendo las graves consecuencias que experimentaremos en poco tiempo. Esto nos remonta tanto a épocas pasadas como a catástrofes de hace millones de años.

“La mucama de Omicunlé” de Rita Indiana, es un libro que crea todo un universo alrededor de un huracán que ha arrasado poblaciones y ha destruido prácticamente toda la vida humana. Una obra de ficción que demuestra que la felicidad es algo itinerante, y que se la puede temer, puesto que de un día para otro se puede desvanecer al igual que una estrella fugaz.

Libros como “El calentamiento global” de Daniel Ruiz o “Ahora llega el silencio” de Álvaro Colomer, nos hacen aterrizar en la tierra de lo realistas que son. Mencionan en sus líneas este velo de preocupación y se observa el estrés en los personajes, cuyo tema de conversación suele ser la necesidad de auxilio.

Por otro lado, “Años de sequía”, de Jane Harper, una novela policíaca, habla sobre cómo Australia intenta salir de la sequía de la lluvia y cómo en sus tierras han florecido nuevos asentamientos con una población totalmente concienciada con la causa, con ideas abiertas para combatir a nuestro mayor enemigo.

Hay otros libros que, si bien no explican el estado actual, relatan lo que podría suceder en un futuro. Por mencionar algunos: “Podemos salvar el mundo antes de cenar”, de Jonathan Franzen, “Comer animales” de Safran Foer o el maravilloso “El planeta inhóspito” de David Wallace-Wells, que explica como la humanidad se verá enfrentada a una serie de catástrofes porque nos hemos dado cuenta de la realidad demasiado tarde.

Si es cierto que esta amenaza ha aterrizado en el plano de la lectura, también lo ha hecho en el mundo del arte. Daniel Ruiz deja claro en “El calentamiento global” que todo el tema del cambio climático no se ha visto demasiado esculpido ni pintado. Y puede que tenga razón. Es realmente difícil encontrar algún cuadro o alguna escultura que nos haga pensar que está transmitiendo un mensaje claro sobre el cambio climático.

Pero si indagamos un poco, nos daremos cuenta de que no es tarea imposible.

Cada vez son más los artistas que se han visto involucrados en la causa. A modo de breve resumen, el artista norteamericano Lars Jan creó una instalación en la feria de arte contemporáneo Art Basel Miami Beach en 2017 que imaginaba un escenario postapocalíptico basado en hechos reales.

Por poner otro ejemplo, Slow-Moving Luminaries fue una exposición de maquetas que recreaba el skyline de Miami en una especie de invernadero acompañado de las supuestas catástrofes naturales que se prevé que sucederán en unos años.

Finalmente, el artista madrileño Daniel Canogar, fanático de la naturaleza y el medio ambiente, mostró en Madrid  la exposición Ráfagas en la galería Space to Be. En ella se hacía una metáfora de la política, del medio ambiente y de la sociología, exponiendo cuatro documentos internacionales en sus ciudades correspondientes donde, a través de una cámara que grababa en directo, se pudo ver como el viento distorsionaba y destrozaba el papel.

En definitiva, ya son muchos los autores que se suman a la causa, intentando mostrar al lector hasta qué punto estamos “contaminados”. Los libros de cli-fi (el subgénero dedicado a los desastres climáticos) cada vez ocupan más espacio en las estanterías de las librerías;  Los personajes podrían estar sufriendo las consecuencias del cambio climático alterando su personalidad y visión de este mundo.

Será cuestión de tiempo que Stephen King o J. K. Rowling den vida a personajes cuya única preocupación sea demostrar que, si bien el planeta ya no es reparable, en nuestras manos queda el mejorarlo y ayudar a conservarlo.





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